Como todas las buenas historias, esta comenzó con un sueño, hace muchos años… o mejor hace muchos sueños. Principalmente dos sueños, el primero: convertirme en mamá. Y el segundo: dedicar mi vida a trabajar con bebés (¡me encantan!). La vida misma se encargó de convertir estos dos sueños en metas, con lo que no contaba es que iban a suceder AL MISMO TIEMPO.
Estando en mi primer embarazo, pasé a la residencia que tanto había esperado y por la cual había trabajado tanto, que susto, ¿Y AHORA QUÉ HAGO?
Después de haber trabajado en control prenatal y leído tantas cosas sobre el tema, idealicé mi embarazo, soñé con un parto respetado, me imaginé todo perfecto… Pero la vida y mi hija se encargaron de mostrarme que todos los planes que hice no solo dependían de mí. Fue en ese momento (en donde soñaba con mi embarazo perfecto) en donde conocí a Ana Sofía Salazar, mi doula, un ángel que se cruzó en mi camino. Lo primero que Ana me recomendó fue un libro (“bésame mucho” de Carlos González), este libro comenzó un cambio en mí el cual al día de hoy aun no termino de descifrar. Tocó una parte profunda de mi ser que ya estaba ahí pero que no estaba consciente de que existía.
Después de “bésame mucho”, devoré los otros 2 libros de Carlos en unos cuantos días (“mi niño no me come” y “un regalo para toda la vida”, este último que trata sobre lactancia materna, en el cual descubrí lo poco que sabía yo de lactancia y lo maravilloso del tema.
Con demasiadas ganas de aprender más sobre el tema, también por recomendación de mi doula, fui a una capacitación sobre lactancia materna, en la cual escuché cosas totalmente diferentes a lo que estaba acostumbrada como médica. En este lugar descubrí el empoderamiento hacia las mamás, salí de allí como una loca convencida de mi capacidad como mujer y con ideas nuevas de cómo debería ser la enseñanza a las futuras mamás sobre estos temas tan IMPORTANTES.
Por otro lado, Juanita, mi primera hija, me enseñó a ser paciente y a agradecer con cada nuevo conocimiento, sin embargo, considero que su mayor enseñanza ha sido hacerme entender que nada de lo que está escrito es verdad absoluta y que la vida a veces te tiene sorpresas mucho más grandes que los sueños que creías tener.
Fui la mamá más primeriza, llena de dudas e inseguridades, con esa sensación siempre de que algo estaba haciendo mal, pero sobre todo vulnerable (después aprendí que no estaba sola, que todas las mamás nos sentimos igual). Después de tener a mi hija en brazos me di cuenta que como dice el viejo refrán “del dicho al hecho hay mucho trecho”, y todos mis años de experiencia, todos los conocimientos adquiridos en el pasado y en los últimos meses parecían insuficientes para el reto que tenía frente a mí.
Pasé por dolor, grietas, congestión mamaria, mal agarre, tomas interminables, leí y vi cuanto video me dijeron y hasta tomé algunas cosas que me recomendaron, pero solo hasta el día que decidí confiar en mí y darle el timón a mi hija para que fuera ella con sus instintos quien me enseñara el camino, cuando todo fluyó y nació mi amor por la lactancia.
Mi segunda hija, Emma, llegó para reafirmar que por más que trato de controlar todo (y que creo que tengo el poder de controlarlo) nada realmente está completamente en mis manos, ella me enseñó a esperar, a perdonar y a superar pruebas difíciles.
Ya con más conocimientos (estaba terminando mi formación como nutrióloga infantil y consultora de lactancia) me enorgullecía y esperaba ansiosamente una lactancia sin problemas, un embarazo y un parto perfectos, pero nuevamente tuve que poner los pies en la tierra.
Emma nació prematura y con dificultad para respirar, se presentó entonces un nuevo reto para la lactancia, ya no era inexperiencia sino separación, como todas saben (o si no lo sabes: te cuento) en la lactancia es CLAVE las primeras horas, el agarre espontaneo y todo lo que yo tenía preparado para ese momento y así no pudo ser. Tuve que iniciar la lactancia 48 horas después del nacimiento de Emma y con muchos limitantes: biberones, formulas y algunas personas que desde su desconocimiento no fueron mis aliados.
Lo logré, con mucho amor, paciencia y con una lección de vida, logré lactar a mi bebé de forma exclusiva.
Mis dos hijas nacieron con bajo peso y en plan canguro, con ambas pude ser testigo de cómo ganaban peso día tras día solo con mi leche, ellas crecieron sanas y fuertes y yo, caí completamente enamorada de la lactancia, un tema que a mí me cambió la vida y estoy segura que a ti también te la puede cambiar.

Comments